Cuando estoy
abatida,
miro la mar
en calma,
ella
tranquiliza mi alma.
Cuando
soy prisionera
de los
pensamientos,
miro el cielo
y me disuelvo,
dentro de su
inmensidad.
Cuando
retorno,
ya
no soy quien partió,
soy, por un
instante,
el hijo del
universo.
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