Se derrumbaron viejos edificios,
con sus
roídas estructuras.
Dejaron a la
intemperie
los objetos
cobijados.
Ahora
visibles, que anticuados
e inadecuados
parecen.
Miro el
horizonte,
pero nada
aprovechable
para poder
reconstruirlos.
La vida
anuncia
que ya no
será recluida.
Proclama su
libertad,
reclama mi
compañía,
para
adentrarse en aventuras,
para
expandirse,
como le sea
necesario,
para
aleccionarme;
pero no
quiere ataduras
que la
ahoguen.
La vida toma
mi mano
y me hace
seguirla,
con el
corazón abierto:
que dicha
sentir sus latidos,
que dicha
sentir el amor.
Entra y sale,
se mueve,
tiene alas
para ayudar
a sanar
heridas sepultadas.
Al fin la
vida es mi hogar,
me cuida
maternalmente,
atenta a mi
crecimiento.
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