martes, 22 de julio de 2014

LA BRUJA Y EL PUCHERO (cuento)




Un niño de una pequeña aldea paseaba por sus alrededores, cuando una hermosa mujer se le acercó ofreciéndole alguna golosina. El niño tendió su mano aceptando su ofrecimiento y se la tomó. Al cabo de unos minutos el niño cayó en un profundo sueño. Cuando despertó,  no podía recordar sus orígenes  y ni tan sólo se daba cuenta de que le habían arrebatado su libre albedrío y que se había convertido únicamente en un fiel servidor de una extraña mujer que dirigía sus hilos, como una marioneta, a su antojo; ahora lo movía hacia la izquierda, ahora hacia la derecha, ahora le causaba remordimiento para atarlo en corto, ahora le gritaba por considerar que no había hecho bien las cosas. Se convirtió en su marioneta preferida y le servía y acataba sus órdenes, como nadie nunca había hecho, pues también embrujó su corazón y el niño la amaba con un gran sentimiento.  Llegó un momento que la ideología de la mujer inundó la mente del pequeño y este se sentía muy turbado, porque chocaba con la que el siempre había respetado, pero pronto esta cayó en el olvido. Así poco a poco fue convirtiéndose en un reflejo de su mentora y dueña. La bruja se sentía muy feliz de tener al lado alguien que compartiera sus mismos sentimientos y pensamientos. Se sentía acompañada, comprendida y gratificada, aquello era mejor que tener un perro.

Los animales del bosque empezaban a temerle pues veían un fiel reflejo de la bruja y sabían que debían esconderse cuando le vieran, pues temían ser apresados y ser ingredientes del puchero de la bruja.


Un día el niño apresó un pájaro, lo colocó en un pequeño saquito, pero estaba cansado y se tumbó a descansar debajo de un árbol y se adormeció. El saquito con el animalito era  sostenido con ambas manos y estaba colocado encima de  su corazón. En un momento    dado el pájaro empezó a picotear y aquel picoteo despertó su corazón y poco a poco fue recobrando su memoria y forma de pensar propia. Así fue como el niño recobró su conciencia y poco a poco también recobró su inocencia, pero ahora revestida de sabiduría, porque había trascendido el sueño.