Un elefante hembra estaba cumpliendo con el ritual del parto,
que la madre naturaleza le había concedido. El animalito después de haber
parido, fue a lamer al recién nacido, pero al hacerlo se percató de que tenía
un extraño color, que no pertenecía a su casta. Era un elefantito de color rosa
pálido y además sus medidas y peso estaban muy por debajo de las habituales de
los bebés de elefantes. El elefante madre sintió una gran decepción y cierta vergüenza
al verlo, pero sabía que el pobrecito sólo había sido víctima de una distorsión
de sus genes y lo acogió con todo su amor. Nunca nadie logró descubrir a que
fue debido. Su madre después de pensar muchos nombres, se decidió por llamarle Eldo.
El elefantito sabía que lo miraban de
reojo y que no lo terminaban de aceptar por ser de tamaño pequeño y de color
rosa. Se sentía infravalorado y nadie quería ser su amigo, así que decidió
realizar un viaje en busca de nuevas amistades y nuevos horizontes, porque
quería compartir su gran corazón rosado, que éste si era muy grande para tan
pequeño cuerpo.
Una noche, cuando todos dormían, decidió coger un hatillo con pocos alimentos y emprendió su marcha.
Por el camino también
algunos animales se mofaron de él, llamándole cerdito
trompudo, por ser rosado.
Amaneció y todavía seguía andando sin rumbo alguno. Cuanto
más se alejaba, más desarraigado se
sentía y más echaba en falta a su madre que siempre le había ofrecido su amor y
protección. No reconocía su propia identidad, pues se había sentido rechazado
por los suyos. Sólo sentía que su color y su diminuto tamaño le impedían desarrollar
el rol de elefante. Durante su trayectoria por los caminos, logró hacer
algunos amigos. Uno de ellos fue una cebra, que aunque era muy independiente,
le cogió mucho cariño, pues no pudo resistirse
al corazón tan grande del
elefante y a su lado hallaba la calidez que nunca nadie le dio. Encontró una
jirafa que también le ofreció su amistad, pero la comunicación no era cómoda, ya
que no podía oírle salvo que esta bajase a hablarle a su altura. Finalmente
encontró un pájaro exótico que le habló acerca de un mago que vivía en un
lejano bosque. Decían de él que había deshecho multitud de hechizos y pensó que
podría hacerle olvidar sus raíces, convirtiéndolo en un animal nuevo y así poder sentir los
sentimientos de aceptación de sus congéneres.
Fue preguntando a unos y otros, para poder orientarse y
encontrar al famoso mago Magin. Todos decían maravillas de él: había roto
hechizos, había aniquilado brujas con sus pócimas, había rescatado animales,
encarcelado ogros… estas eran grandes hazañas y
entonces pensó que quizás sería fácil pedirle que le cambiase su color, convirtiéndolo en gris,
para poder pasar desapercibido y volver a la manada.
Tras tres semanas de mucho andar, logró hallar la casa del mago ubicada dentro de un frondoso bosque. Llamó a
la puerta y le abrió un hombre muy anciano de gran barba y bigotes, su
cabellera llegaba hasta el suelo, tropezando de cuando en cuando con ella.
Tenía un aspecto descuidado y llevaba un sombrero en forma de cucurucho, lleno
de estrellas. Podría decirse que era el mago de aspecto más bohemio de toda
aquella zona y también el de mejor fama en cuanto a su trabajo. Le hizo pasar y se sentaron en
unos taburetes. El interior de la casa estaba muy desordenado y allí convivían
libremente pájaros, gatos y perros. También había multitud de telarañas y
muchísimo polvo, pues el mago absorbido en su trabajo nunca la limpiaba. Le
ofreció a Eldo una tacita de café y mientras se la tomaba le preguntó que
porqué había acudido a él y que cual era su problema. Le contó que debido a su
aspecto atípico para un elefante no había podido integrarse en la manada y que
al haber oído su buena fama como mago, no dudo en venir a verle para cambiar su
suerte. El mago frunció el ceño y con sus gafas colocadas muy cerca de la punta
de la nariz, mirándole directamente a los ojos, le preguntó:
- ¿y por qué quieres ser como ellos,
tu que has tenido la suerte de nacer con una forma singular? ¿Por qué no sabes
apreciarlo?.
El elefante intuyó que quería hacerle comprender algo
importante, pero no sabía que cosa era, así que le miró, mientras se encogía de
hombros, esperando una respuesta.
-¿ No lo ves? –dijo Magin- Todos los
elefantes son prácticamente iguales, difíciles de distinguir unos de otros y
todos se comportan de un modo similar. Sin embargo tú, en algún momento de tu
vida, serás valorado por tu singularidad, sólo tienes que aprender a creer en ti
mismo y también quererte. El único problema que realmente tienes es que no
sabes valorar estas cualidades que te hacen ser distinto y que pueden ser tu propia clave para
el éxito. Mira, a través de esta bola de cristal que tengo en mi mano izquierda,
voy a mostrarte algo de ti que seguramente desconoces.
Le ofreció una imagen de su futuro próximo. En ella se le
podía observar rodeado y aclamado por muchos elefantes. Eldo quedó muy
sorprendido.
-Todavía quieres ser como los otros?.
¿Quieres que anulemos tus peculiares
y singulares características? –dijo el mago.
–Hum… -Exclamó
el elefante-, pues no sabía que responder. Estaba muy sorprendido por el efecto
que le produjo la visión ofrecida.
-Mira hijo –prosiguió
el mago- no me está permitido revelarte todo tu destino, pero si puedo darte un
consejo, que quizás te sirva: olvida las palabras de quienes te hirieron,
puedes hacerlo, también tienes este don; los demás elefantes no pueden olvidar nada
de su pasado, todo queda gravado de
forma imperecedera, pero tú sí puedes dejarlo marchar gracias a tu color rosado,
puedes disolverlo. Actúa siempre en consonancia con tu sabio corazón, deja que
él guie tus acciones. Tú has sido bendecido con un noble y sabio corazón y este
es tu gran tesoro. Ponlo al servicio del bien de tu comunidad y encontrarás tu
lugar y tu mayor satisfacción.
– ¿Y cómo se hace esto? –preguntó Eldo-
- No te preocupes,
ahora eres pequeño, pero conforme vayas creciendo lo iras viendo, tu corazón te
guiará, escucha siempre su voz y tu
acción será la correcta –dijo el mago.
Le acompañó hasta la
puerta de salida y le despidió con las siguientes palabras: “hijo, reflexiona
sobre nuestra charla y elige tu camino”.
Finalmente decidió volver a la manada, aunque todavía
desconocía cual sería la función que
allí realizaría. Su madre lo acogió con gran amor y con su trompa le abrazó su
cabecita, colmándole de mimos.
Con el tiempo se dio cuenta que su don era liberar los corazones de los demás elefantes,
que se hallaban encarcelados por la acumulación
de mil y una disputa. Utilizando su energía rosada hacía desaparecer también
sus dolencias corporales. Así fue como
se convirtió en el apreciado sanador de
la manada.
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