miércoles, 22 de enero de 2014

EL ELEFANTE ROSADO (cuento)







Un elefante hembra estaba cumpliendo con el ritual del parto, que la madre naturaleza le había concedido. El animalito después de haber parido, fue a lamer al recién nacido, pero al hacerlo se percató de que tenía un extraño color, que no pertenecía a su casta. Era un elefantito de color rosa pálido y además sus medidas y peso estaban muy por debajo de las habituales de los bebés de elefantes. El elefante madre sintió una gran decepción y cierta vergüenza al verlo, pero sabía que el pobrecito sólo había sido víctima de una distorsión de sus genes y lo acogió con todo su amor. Nunca nadie logró descubrir a que fue debido. Su madre después de pensar muchos nombres, se decidió por llamarle Eldo.  El elefantito sabía que lo miraban de reojo y que no lo terminaban de aceptar por ser de tamaño pequeño y de color rosa. Se sentía infravalorado y nadie quería ser su amigo, así que decidió realizar un viaje en busca de nuevas amistades y nuevos horizontes, porque quería compartir su gran corazón rosado, que éste si era muy grande para tan pequeño cuerpo.

Una noche, cuando todos dormían, decidió coger un  hatillo con pocos alimentos y emprendió  su marcha.

Por el camino  también algunos animales se mofaron de él,  llamándole cerdito trompudo, por ser rosado.

Amaneció y todavía seguía andando sin rumbo alguno. Cuanto más se alejaba, más desarraigado se sentía y más echaba en falta a su madre que siempre le había ofrecido su amor y protección. No reconocía su propia identidad, pues se había sentido rechazado por los suyos. Sólo sentía que su color y su diminuto tamaño le impedían desarrollar el rol de elefante.  Durante su trayectoria por los caminos, logró hacer algunos amigos. Uno de ellos fue una cebra, que aunque era muy independiente, le cogió mucho cariño, pues no pudo resistirse  al  corazón tan grande del elefante y a su lado hallaba la calidez que nunca nadie le dio. Encontró una jirafa que también le ofreció su amistad, pero la comunicación no era cómoda, ya que no podía oírle salvo que esta bajase a hablarle a su altura. Finalmente encontró un pájaro exótico que le habló acerca de un mago que vivía en un lejano bosque. Decían de él que había deshecho multitud de hechizos y pensó que podría hacerle olvidar sus raíces, convirtiéndolo en  un animal nuevo y así poder sentir los sentimientos de aceptación de sus congéneres.
 
 
Fue preguntando a unos y otros, para poder orientarse y encontrar al famoso mago Magin. Todos decían maravillas de él: había roto hechizos, había aniquilado brujas con sus pócimas, había rescatado animales, encarcelado ogros… estas eran grandes hazañas y  entonces pensó que quizás sería fácil pedirle que  le cambiase su color, convirtiéndolo en gris, para poder pasar desapercibido y volver a la manada.

Tras tres semanas de mucho andar, logró  hallar la casa del mago  ubicada dentro de un frondoso bosque. Llamó a la puerta y le abrió un hombre muy anciano de gran barba y bigotes, su cabellera llegaba hasta el suelo, tropezando de cuando en cuando con ella. Tenía un aspecto descuidado y llevaba un sombrero en forma de cucurucho, lleno de estrellas. Podría decirse que era el mago de aspecto más bohemio de toda aquella zona y también el de mejor fama en cuanto a  su trabajo. Le hizo pasar y se sentaron en unos taburetes. El interior de la casa estaba muy desordenado y allí convivían libremente pájaros, gatos y perros. También había multitud de telarañas y muchísimo polvo, pues el mago absorbido en su trabajo nunca la limpiaba. Le ofreció a Eldo una tacita de café y mientras se la tomaba le preguntó que porqué había acudido a él y que cual era su problema. Le contó que debido a su aspecto atípico para un elefante no había podido integrarse en la manada y que al haber oído su buena fama como mago, no dudo en venir a verle para cambiar su suerte. El mago frunció el ceño y con sus gafas colocadas muy cerca de la punta de la nariz, mirándole directamente a los ojos, le preguntó:

- ¿y por qué quieres ser como ellos, tu que has tenido la suerte de nacer con una forma singular? ¿Por qué no sabes apreciarlo?.

El elefante intuyó que quería hacerle comprender algo importante, pero no sabía que cosa era, así que le miró, mientras se encogía de hombros, esperando una respuesta.



-¿ No lo ves? –dijo Magin- Todos los elefantes son prácticamente iguales, difíciles de distinguir unos de otros y todos se comportan de un modo similar. Sin embargo tú, en algún momento de tu vida, serás valorado por tu singularidad, sólo tienes que aprender a creer en ti mismo y también quererte. El único problema que realmente tienes es que no sabes valorar estas cualidades que te hacen ser  distinto y que pueden ser tu propia clave para el éxito. Mira, a través de esta bola de cristal que tengo en mi mano izquierda, voy a mostrarte algo de ti   que seguramente desconoces.  

Le ofreció una imagen de su futuro próximo. En ella se le podía observar rodeado y aclamado por muchos elefantes. Eldo quedó muy sorprendido.

  -Todavía quieres ser como los otros?. ¿Quieres que anulemos      tus peculiares y singulares características? –dijo el mago.

 –Hum…  -Exclamó el elefante-, pues no sabía que responder. Estaba muy sorprendido por el efecto que le produjo la visión ofrecida.

-Mira hijo –prosiguió el mago- no me está permitido revelarte todo tu destino, pero si puedo darte un consejo, que quizás te sirva: olvida las palabras de quienes te hirieron, puedes hacerlo, también tienes este don; los demás elefantes no pueden olvidar nada de su pasado, todo queda gravado  de forma imperecedera, pero tú sí puedes dejarlo marchar gracias a tu color rosado, puedes disolverlo. Actúa siempre en consonancia con tu sabio corazón, deja que él guie tus acciones. Tú has sido bendecido con un noble y sabio corazón y este es tu gran tesoro. Ponlo al servicio del bien de tu comunidad y encontrarás tu lugar y tu mayor satisfacción.

 – ¿Y cómo se hace esto? –preguntó Eldo-

- No te preocupes, ahora eres pequeño, pero conforme vayas creciendo lo iras viendo, tu corazón te guiará, escucha siempre  su voz y tu acción será la correcta –dijo el mago.

Le acompañó hasta la puerta de salida y le despidió con las siguientes palabras: “hijo, reflexiona sobre nuestra charla y elige tu camino”.
 


Finalmente decidió volver a la manada, aunque todavía desconocía cual sería la función que allí realizaría. Su madre lo acogió con gran amor y con su trompa le abrazó su cabecita,  colmándole de mimos.

Con el tiempo se dio cuenta que su don era  liberar los corazones de los demás elefantes, que se  hallaban encarcelados por la acumulación de mil y una disputa. Utilizando su energía rosada hacía desaparecer también sus dolencias corporales.  Así fue como se convirtió en  el apreciado sanador de la manada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario