martes, 28 de enero de 2014

EL BOSQUE PROHIBIDO (cuento)




En una modesta casita ubicada en un  pequeño pueblecito, vivía una niña llamada Alba con sus abuelos. Sus padres la dejaron con ellos para que se hiciese cargo de su cuidado, porque eran mayores y necesitaban ciertas atenciones, que ellos no querían atender y las delegaron en su hija. De esta forma se liberaron también de atender a su hija. Alba tenía tan solo once años, para hacer frente a todas aquellas tareas que  le encomendaron y que debía cumplir diariamente. A veces se sentía abrumada, pero por suerte los abuelos la querían mucho y también ellos terminaron colaborando, dentro de sus posibilidades en alguna que otra tarea o bien le aconsejaban como simplificar algunos trabajos para que no se agobiase, pues sabían que era tan solo una niña y que  tendrían que encontrar   espacios para que pudiera jugar. Alba también correspondía al amor de sus abuelos y en más de una ocasión se inventaba juegos en los que ellos pudiesen participar. La armonía de la relación era tan buena que la salud de los abuelos se vio favorecida restableciéndose de sus dolencias, pero no informaron a los padres de Alba, por miedo a ser separados. En esto los tres estaban totalmente de acuerdo en permanecer juntos y ahora la niña tenía más tiempo para jugar.

Un día la niña estaba jugando con un perro abandonado que quería hacerse amigo suyo, corriendo hacia arriba y hacia abajo, sin darse cuenta se adentró en un bosque al que llamaban: bosque prohibido.

Alba corría detrás del animal, se estaban divirtiendo tanto juntos que no se dio cuenta, hasta pasadas unas horas, que estaba perdida y la tarde oscurecía. Se aterrorizó y empezó a llorar, pues no veía como volver a la casa de  sus abuelos. El perrito volvió a su lado al oírla y le lamía la cara consolándola, pero la situación era dura, pues aquel bosque no gozaba de buena reputación.

La noche llegó y la notó más oscura que nunca, a la vez que escuchaba algunas voces de distintos animales que todavía la asustaron más. Había oído tantas cosas de aquel bosque: que los árboles tenían brazos, que la tierra se abría para apresar a los perdidos y  que existía un dragón marino, que tenía más de cien cabezas y que era dificilísimo defenderse de sus ataques de fuego; pero también se decía que quien consiguiera domesticarlo sería devuelto a su casa con un gran tesoro.

Amaneció y se despertó. Se dijo a sí misma: "perdida estoy, para regresar a casa debo conocer el dragón".  Alba caminaba junto a su perro, que se convirtió en su nuevo e inseparable amigo y empezaron un largo peregrinaje. Un día mientras caminaban, la tierra empezó a agrietarse de una forma violenta, desapareciendo la estabilidad. Al rato las grietas se volvían a unificar y al otro rato se volvían a separar. Debía de estar muy atenta para no caer en ellas cuando se volviesen a abrir. Debía de estar muy presente en cada minuto, para no errar sus pasos e ir a la deriva. El tiempo transcurría y a pesar de las circunstancias nunca se había sentido tan viva y presente, abierta a lo que el bosque le iba trayendo en su travesía en busca del dragón.

Un día, aunque estaba muy atenta, una gran grieta se  abrió entre el pie izquierdo y el derecho y no podía evitarla, sus piernas se iban estirando de un lado a otro y, cuando ya casi se iba a caer, vio que unos brazos la recogían salvándola de ser engullida por la tierra, eran los brazos de un anciano roble. Se sintió muy agradecida y así se lo expresó.  El árbol por su parte le dijo: “solo salvo a los seres que ejercen su atención diaria a todos los acontecimientos  que la vida les ofrece, sean cuales fueren. Esa es mi consigna y tú la has sabido aplicar. Alba durante el día vives plenamente despierta y solo duermes por la noche. Hay poca gente como tú; la mayoría vive en un estado semisoñoliento durante el día, un estado -por decirlo de alguna manera- vegetativo y rutinario. Bien, te has ganado mi respeto y por ello voy a premiarte con un mapa y esta caja en la que encontrarás todo cuanto necesitarás, para encontrarle y enfrentarle.

Alba y su fiel perro prosiguieron la ruta que el mapa sugería y finalmente llegaron al lago Azul, donde vivía el famoso dragón.  Le vieron a lo lejos, con un sinfín de cabezas y un escalofrío recorrió su cuerpo. Veía difícil abordarle de frente, pues la posibilidad de sobrevivir eran pocas, había que hacerlo de otro  modo, aunque no sabía todavía de qué forma. Abrió entonces la caja y vio dos trajes de amianto, un martillo, una llave, una pócima y una linterna. Lo miró todo con detenimiento, sabía que todo le sería útil y lo volvió a guardar; pero no tardó en volver a abrirla para sacar los dos trajes, uno era de su medida, el otro era un traje para el perro. Se vistieron con ellos, se miraron y Alba le dijo al perro: “Ya sé, como lo haremos!  Tenemos que entrar en su cuerpo a través de su oreja, pero no será fácil, tendremos que esperar a que esté completamente dormido y probar suerte. Una vez dentro de su cuerpo,  domesticaremos su corazón y perderá su ferocidad. Vamos a  tomar parte de la pócima, creo que nos va a disminuir mucho nuestro tamaño,  lo convertirá en el apropiado para poder penetrar por su oreja. Bien, vámonos!”.

Así lo hicieron y se volvieron del tamaño de una abeja y de sus trajes nacieron unas alas que les llevaron hasta el mismo dragón, silenciosamente y les depositó en la misma oreja del animal. Una vez allí, linterna y cuerda en mano, se deslizaron por el interior hasta llegar a la altura del corazón. Enfrente solo  veían un bloque duro de cemento armado, no podía dar crédito a lo que estaba viendo. ¿Dónde estaba el corazón?  Recordó entonces que en la caja había un martillo y empezó a golpearlo. Pasaron varios días antes de poder derribarlo del todo, pero llegó el día en que se derrumbó completamente y vieron frente a frente un niño enjaulado. Alba le preguntó que cómo había sido apresado y el niño respondió que una bruja le había estado alimentando con un extraño veneno que creo a ese  infernal animal, que terminó por engullirlo y encarcelarlo allí dentro, completamente olvidado y desconectado de la vida,  aislado por ese gran bloque.

Bueno, vamos a liberarte, creo haber visto una llave que supongo podrá abrir esta cerradura. La introdujo y se abrió la puerta de la jaula, pero el niño tenía miedo de salir de allí dentro, pues habían transcurrido ya algunos años desde que había sido encerrado. Alba comprendió su miedo, pues tantos años de soledad no habían sido buenos compañeros, así que le tendió su mano. Él le cogió de la mano y con pasos indecisos y temblorosos finalmente logró  abandonar aquella prisión.

Los tres, juntos, emprendieron el viaje de vuelta y cuando estaban subiendo por el interior de la garganta del dragón, fueron expulsados al exterior por un gran estornudo del animal, durante los segundos de encontrarse suspendidos en el aire del exterior, el dragón se transformó en un hermoso cisne y los tres fueron a caer encima de él, como si de una nave se tratara que los llevó rumbo a su hogar. Navegaron varios días, hasta ser dejados cerca de la aldea de sus abuelos. Abandonaron el lago, tomaron parte de la pócima para retomar el tamaño natural de sus cuerpos y prosiguieron a pie hasta encontrar su casa. Entraron y no encontraron a sus abuelos. Salieron y, al preguntar a unos y otros, se enteraron de que habían fallecido hacía un par de días. Este fue un duro golpe para Alba, que se quedó perpleja al recibir la noticia.

Dentro de su tristeza ante tal pérdida, un pájaro se posó en su hombro trayéndole este pensamiento: la vida es un cambio continuo al que no podemos oponernos, solo fluir de la mejor manera y aprender de cada acontecimiento y aceptar los cambios y retos que esta nos proporciona, pues es la sabia de nuestro crecimiento y madurez. La vida se lleva en ocasiones a unas personas y trae a tu vida otras.

Alba, el niño y el perro decidieron vivir juntos en la casa que fue de sus abuelos. Todos querían permanecer juntos, pues tanto el niño como el perro sabían bien lo que era la soledad y ahora también ella sentía la soledad de la ausencia de sus abuelos. Así que los tres valoraban la compañía y amistad que podían ofrecerse los unos a los otros y establecieron unos bonitos lazos de amistad. Descubrió que el tesoro que le ofreció el dragón fue poder gozar de la amistad y compañía de sus nuevos amigos, en ausencia de sus abuelos.

miércoles, 22 de enero de 2014

EL ELEFANTE ROSADO (cuento)







Un elefante hembra estaba cumpliendo con el ritual del parto, que la madre naturaleza le había concedido. El animalito después de haber parido, fue a lamer al recién nacido, pero al hacerlo se percató de que tenía un extraño color, que no pertenecía a su casta. Era un elefantito de color rosa pálido y además sus medidas y peso estaban muy por debajo de las habituales de los bebés de elefantes. El elefante madre sintió una gran decepción y cierta vergüenza al verlo, pero sabía que el pobrecito sólo había sido víctima de una distorsión de sus genes y lo acogió con todo su amor. Nunca nadie logró descubrir a que fue debido. Su madre después de pensar muchos nombres, se decidió por llamarle Eldo.  El elefantito sabía que lo miraban de reojo y que no lo terminaban de aceptar por ser de tamaño pequeño y de color rosa. Se sentía infravalorado y nadie quería ser su amigo, así que decidió realizar un viaje en busca de nuevas amistades y nuevos horizontes, porque quería compartir su gran corazón rosado, que éste si era muy grande para tan pequeño cuerpo.

Una noche, cuando todos dormían, decidió coger un  hatillo con pocos alimentos y emprendió  su marcha.

Por el camino  también algunos animales se mofaron de él,  llamándole cerdito trompudo, por ser rosado.

Amaneció y todavía seguía andando sin rumbo alguno. Cuanto más se alejaba, más desarraigado se sentía y más echaba en falta a su madre que siempre le había ofrecido su amor y protección. No reconocía su propia identidad, pues se había sentido rechazado por los suyos. Sólo sentía que su color y su diminuto tamaño le impedían desarrollar el rol de elefante.  Durante su trayectoria por los caminos, logró hacer algunos amigos. Uno de ellos fue una cebra, que aunque era muy independiente, le cogió mucho cariño, pues no pudo resistirse  al  corazón tan grande del elefante y a su lado hallaba la calidez que nunca nadie le dio. Encontró una jirafa que también le ofreció su amistad, pero la comunicación no era cómoda, ya que no podía oírle salvo que esta bajase a hablarle a su altura. Finalmente encontró un pájaro exótico que le habló acerca de un mago que vivía en un lejano bosque. Decían de él que había deshecho multitud de hechizos y pensó que podría hacerle olvidar sus raíces, convirtiéndolo en  un animal nuevo y así poder sentir los sentimientos de aceptación de sus congéneres.
 
 
Fue preguntando a unos y otros, para poder orientarse y encontrar al famoso mago Magin. Todos decían maravillas de él: había roto hechizos, había aniquilado brujas con sus pócimas, había rescatado animales, encarcelado ogros… estas eran grandes hazañas y  entonces pensó que quizás sería fácil pedirle que  le cambiase su color, convirtiéndolo en gris, para poder pasar desapercibido y volver a la manada.

Tras tres semanas de mucho andar, logró  hallar la casa del mago  ubicada dentro de un frondoso bosque. Llamó a la puerta y le abrió un hombre muy anciano de gran barba y bigotes, su cabellera llegaba hasta el suelo, tropezando de cuando en cuando con ella. Tenía un aspecto descuidado y llevaba un sombrero en forma de cucurucho, lleno de estrellas. Podría decirse que era el mago de aspecto más bohemio de toda aquella zona y también el de mejor fama en cuanto a  su trabajo. Le hizo pasar y se sentaron en unos taburetes. El interior de la casa estaba muy desordenado y allí convivían libremente pájaros, gatos y perros. También había multitud de telarañas y muchísimo polvo, pues el mago absorbido en su trabajo nunca la limpiaba. Le ofreció a Eldo una tacita de café y mientras se la tomaba le preguntó que porqué había acudido a él y que cual era su problema. Le contó que debido a su aspecto atípico para un elefante no había podido integrarse en la manada y que al haber oído su buena fama como mago, no dudo en venir a verle para cambiar su suerte. El mago frunció el ceño y con sus gafas colocadas muy cerca de la punta de la nariz, mirándole directamente a los ojos, le preguntó:

- ¿y por qué quieres ser como ellos, tu que has tenido la suerte de nacer con una forma singular? ¿Por qué no sabes apreciarlo?.

El elefante intuyó que quería hacerle comprender algo importante, pero no sabía que cosa era, así que le miró, mientras se encogía de hombros, esperando una respuesta.



-¿ No lo ves? –dijo Magin- Todos los elefantes son prácticamente iguales, difíciles de distinguir unos de otros y todos se comportan de un modo similar. Sin embargo tú, en algún momento de tu vida, serás valorado por tu singularidad, sólo tienes que aprender a creer en ti mismo y también quererte. El único problema que realmente tienes es que no sabes valorar estas cualidades que te hacen ser  distinto y que pueden ser tu propia clave para el éxito. Mira, a través de esta bola de cristal que tengo en mi mano izquierda, voy a mostrarte algo de ti   que seguramente desconoces.  

Le ofreció una imagen de su futuro próximo. En ella se le podía observar rodeado y aclamado por muchos elefantes. Eldo quedó muy sorprendido.

  -Todavía quieres ser como los otros?. ¿Quieres que anulemos      tus peculiares y singulares características? –dijo el mago.

 –Hum…  -Exclamó el elefante-, pues no sabía que responder. Estaba muy sorprendido por el efecto que le produjo la visión ofrecida.

-Mira hijo –prosiguió el mago- no me está permitido revelarte todo tu destino, pero si puedo darte un consejo, que quizás te sirva: olvida las palabras de quienes te hirieron, puedes hacerlo, también tienes este don; los demás elefantes no pueden olvidar nada de su pasado, todo queda gravado  de forma imperecedera, pero tú sí puedes dejarlo marchar gracias a tu color rosado, puedes disolverlo. Actúa siempre en consonancia con tu sabio corazón, deja que él guie tus acciones. Tú has sido bendecido con un noble y sabio corazón y este es tu gran tesoro. Ponlo al servicio del bien de tu comunidad y encontrarás tu lugar y tu mayor satisfacción.

 – ¿Y cómo se hace esto? –preguntó Eldo-

- No te preocupes, ahora eres pequeño, pero conforme vayas creciendo lo iras viendo, tu corazón te guiará, escucha siempre  su voz y tu acción será la correcta –dijo el mago.

Le acompañó hasta la puerta de salida y le despidió con las siguientes palabras: “hijo, reflexiona sobre nuestra charla y elige tu camino”.
 


Finalmente decidió volver a la manada, aunque todavía desconocía cual sería la función que allí realizaría. Su madre lo acogió con gran amor y con su trompa le abrazó su cabecita,  colmándole de mimos.

Con el tiempo se dio cuenta que su don era  liberar los corazones de los demás elefantes, que se  hallaban encarcelados por la acumulación de mil y una disputa. Utilizando su energía rosada hacía desaparecer también sus dolencias corporales.  Así fue como se convirtió en  el apreciado sanador de la manada.

sábado, 18 de enero de 2014

EL SUCESOR DEL GRAN MAMUTÓN (cuento)



  

En una región lejana, en África, vivía una comunidad de elefantes. El gobernante de la manada se llamaba Mamutón. Era el más viejo y sabio. En la piel de Mamutón podía, a través de sus innumerables arrugas del transcurso de muchos años,  leerse  todas las batallas acontecidas en su vida, de las cuales había resurgido o bien había sucumbido; pero de todas había sabido extraer una sabia lección que ahora le servía para ser un buen consejero de los habitantes de su comunidad. Había acumulado muchísima experiencia a lo largo de los muchos años vividos y todos confiaban y valoraban  sus sabios consejos. También era venerado por ser un buen dirigente, sus acciones siempre eran ecuánimes y su sentido de la justicia inmejorable.

A  él no sólo acudían elefantes sino una buena pluralidad de especies que vivían en aquel ámbito y todos aplicaban sus consejos con éxito, mejorando la calidad de sus vidas. Era un elefante muy querido, pero una noche cuando todos dormían vino a buscarle el ángel de la muerte, para que su alma le acompañase. Así fue que al amanecer le encontraron tendido, sin vida, junto a un gran árbol. Todos se entristecieron ante tal pérdida. Se había ido un gran amigo, sabio, consejero y era irremplazable, todos lo sabían, pero había que buscar un sucesor para que les guiara.

Crearon una asamblea para votar un nuevo candidato, pero aquello no resultó; nadie podría reunir todas sus cualidades. Finalmente decidieron crear un nuevo sistema gubernamental: cada uno aportaría a la sociedad su mejor cualidad.  Así lo hicieron  y llamaron a este nuevo sistema: “modelo cooperativo”. En este sistema todos se sentían muy felices, porque cada cual se sentía plenamente realizado al poder poner al servicio de la comunidad sus talentos y ver que estos eran muy apreciados. Dejó de existir la frustración laboral, porque cada cual realizaba aquello que mejor sabía hacer. El “modelo cooperativo” también creó un lazo de hermandad entre todos sus componentes, viendo que todos eran necesarios y apreciados. Su corazón estaba repleto y también desaparecieron algunos problemas relacionales procedentes de la frustración vocacional. Descubrieron que gran parte de su dicha radicaba en dar lo mejor de sí mismos y en ayudarse mutuamente los unos a los otros y que la unión hace la fuerza.

Si algún habitante no sabía cómo resolver un determinado problema, era expuesto en una asamblea y algún otro le aportaba la correspondiente solución. Se sentían tan felices que casi bien desaparecieron los problemas personales y de los externos entre todos iban resolviéndolos con éxito; pues también sabían que en caso de más dificultad “Mamutón”,  allí arriba, junto a las estrellas, les enviaría sus bendiciones en forma de buena energía para iluminar sus mentes.



 

viernes, 17 de enero de 2014

EL MUNDO SUBMARINO (cuento)


 
 

En lo más profundo del océano, vivían unos extraños seres que estaban recubiertos de una peculiar concha.  La Solena, que era una residente de un planeta muy próximo al sol, había oído hablar de estos habitantes y sentía mucha curiosidad por encontrarlos, así que se introdujo dentro de una gran burbuja de jabón para ir a su encuentro.
 
Completamente desnuda adentro de la gran burbuja, que reflejaba todos los colores del arco iris,  inició el gran viaje. Flotaba en el aire: ahora a ras de la superficie, ahora bien arriba con las nubes y el viento hacía de acelerador de velocidad, empujándola hacia su nuevo destino. Con sus grandes ojos iba registrando todo lo que veía durante el viaje y se maravillaba suspirando e irradiando amor por todo cuanto percibía. Se iban acercando ya al punto de llegada y ahora debía sumergirse   en las profundas aguas marinas y así lo hizo.
 
Ya en las profundidades, al ver la nueva población sintió el impulso de abrazarlos. ¡Era tanto su amor!

Le hacían gracia, aunque los veía bien diferentes de los seres oriundos de donde ella procedía. Su estructura distaba mucho de la suya. Ella iba desnuda, no había disfraz tras el cual ocultarse, su cuerpo ofrecía transparencia sólo estaba protegida por la burbuja multicolor, que le hacía de vehículo submarino. Además podía encogerla, agrandarla o estrecharla  si tenían que pasar por algún rincón angosto y era muy flexible y tan liviana que con un saltito podía llegar a tocar las nubes.
Se dio cuenta que  poco a poco un estado de somnolencia se apoderaba de su ser.  Soplaba su burbuja  para que se alzase, pero no se levantaba ni un palmo y quedó atrapada junto aquellos recién descubiertos moluscos.
Pasaron meses y también algunos años y la burbuja de Solena se iba volviendo un poco rara, más oscura, iba cogiendo nuevas características de opacidad, densidad y aquello se iba volviendo o quería volverse como una concha  moluscar. Ella misma se sentía extraña, pues no sabía nada de aquella metamorfosis que le estaba aconteciendo de forma inesperada. Tenía como una sensación de oscuridad y pesada densidad, al mismo tiempo que por vez primera empezaba a sentir frío en su cuerpo, porque el sol tardaba más tiempo en penetrar aquella nueva consistencia de la burbuja.

 
Sentía mucha nostalgia de la anterior liviandad transparente, de cuando llegó por primera vez a este mundo acuático. Cada vez acusaba más este estado hasta que, de tan extraño  que se le hizo, lloró amargamente.  Era un estado de cautiverio, ya no sentía su libertad, ni alegría y tenía muy poca movilidad, a la cual no estaba acostumbrada y esto aumentada su sufrimiento. La burbuja ya no podía flotar  y fue a depositarse en una roca marina.

 
Se tuvo que acostumbrar forzosamente a vivir dentro de la gran concha , aislada de los otros, pero residiendo a su lado y esto no puede explicarse con palabras para describir el malestar interno que le producía. Lloraba mucho, pero llegó un momento que ni las lágrimas podían consolarla. Sin embargo tenía gravada en su alma el recuerdo de la transparencia y la luz  y el calor  que el sol le ofrecía. Lo recordaba muy a menudo con gran nostalgia.



Mientras también el entorno fue rodeado con unas grandes mallas, que abrazaban a toda aquella gran familia moluscar. Era como una gran prisión y cada molusco podía representar una celda particular. Aquello era tan intolerable para ella que había sentido y vivido la libertad, que no sabía si podría resistirlo.
Pasó más tiempo, quizás algún año más pero todo parecía no mejorar todavía, pero un día cuando ya ni nostalgia le restaba, vio que la concha molecular se abría y pudo comprobar que la burbuja no había muerto sino que fabricó una bellísima perla de toda aquella baja materia fermentada, que había acumulado durante aquellos años de triste cautiverio.

 
Y ahora saltaba: burbuja tocando el cielo, burbuja al fondo del mar, burbuja danzando con amor, burbuja abrazando el mundo.

 
La burbuja se hizo muy grande para poder abrazar a todos los moluscos  y los abrigó enviándoles colores,  calor… así que pronto todos terminaron por fabricar perlas en su interior y convirtiéndose en bellas burbujas  que se alzaban hasta tocar las nubes.
 

 
 

LA TERCERA SEMILLA (cuento)


 
 



 
Una abeja distribuyó tres semillas en un lejano país.  La primera cayó  en una región cálida, con mucha luz y un tiempo estable. La segunda en un entorno bellísimo, con espléndidas plantas y árboles a su alrededor y un gran lago lleno de cisnes y patos. La tercera cayó en un   ámbito muy árido.  Entre junta  y junta de  roca, fue a caer la simiente.  Fue creciendo entre la sombra que estas le proporcionaban. Su desarrollo no fue fácil, aquel ambiente la desolaba, ella estaba hecha para un clima muy distinto  al que se encontraba expuesta. Sus raíces pedían un clima cálido;  pero entre los lados de las rocas logró protegerse del agresivo clima de aquella zona e ir desarrollándose como buenamente pudo.

 

Llegó un día que su altura sobrepaso  a la de la roca y fue entonces cuando se asomó al mundo.

 

Lo que más le gustó fue ver el cielo azul. Quedó prendada y miraba y miraba sin cansarse, durante largas horas. Luego descubrió los pájaros que se desplazaban volando y deseó ser como ellos, para marcharse de aquel lugar, pero sabía que esto era imposible, las plantas no pueden desplazarse por sus propios medios. Así que se contentó con ensimismarse poniendo su mirada en estos elementos y notó que al hacerlo algo vibraba dentro de ella, en su corazón. Era como un deseo de fusionarse, de dejar de estar aislada; pues aunque habían muchas rocas a su alrededor, sentía una inmensa sensación de soledad en sus entrañas, pues con ellas solo podía compartir su dureza y ella no estaba hecha de aquel material. Las rocas la instaban para que adquiriera algunas de sus características, para formar parte de su comunidad, estaban dispuestas a adoptarla si renunciaba a sus propias  peculiaridades y se acomodaba a las suyas.

 

No le gustaba la dureza de las rocas, no la veía bonita. Aquella dureza añadida a sus ángulos y picos imponía. Parecían haber sido creadas para autodefenderse e imponerse con solemnidad, se sentían protegidas, como dentro de una armadura. Normalmente las rocas son erosionadas por los cambios climáticos y su forma se va suavizando, redondeando; pero aquellas parecían no haber evolucionado en este sentido. Eran fuertes y muy poco moldeables. Su cuerpo no estaba hecho de aquella materia y la convivencia resultaba más que difícil y complicada, pues además las rocas tenían un carácter pendenciero, exigente y autoritario que distaba mucho del suyo, que buscaba siempre la armonía y la suavidad. Le parecía que le estaban pidiendo un imposible. Quizás habían olvidado que sus orígenes provenían de otro lugar y que aunque le habían permitido echar raíces en un rinconcito de su hábitat, aquel era un precio sumamente elevado a pagar: se le exigía  despojarse de su sensibilidad y acatar sus creencias, renunciando a las suyas propias. Aquello era casi como morir en vida.

 

No sabía de qué modo resolver aquel dilema, no podía mudarse a otro lugar y quedarse allí para adquirir dureza tampoco le seducía; su alma era muy libre y adquirir ese compromiso era como una forma de negación a sí misma.

 

Los días fueron pasando, las semanas, los meses y también los años. De alguna forma notó que su esencia se iba resintiendo por la influencia de aquel ambiente rocoso, pero un día hizo amistad con un pájaro que se posó en una de las rocas que le rodeaban.

 

El pájaro se llamaba Celeste y aquella amistad progreso mucho en poco tiempo, así que se vio con fuerzas de abrirle su corazón y explicarle que se encontraba en una encrucijada con las rocas. El pájaro recibió el mensaje y se decidió a ayudarle. Día a día le traía nuevos y extraños materiales que iban acumulando, parecía como que quería construir un nido. Y así fue, poco a poco iba construyéndolo con nobles vegetales y otras materias más misteriosas, de las cuales no podía revelar su procedencia, ya que venían de un lejano reino. Finalmente fue terminado y quedó como una especie de invernadero muy peculiar. Allí dentro el clima era muy cálido y de esta forma logró salvaguardar sus particulares características y su sensibilidad, que tanto apreciaba. Al poco tiempo se percató que allí dentro nacían extraños alimentos que nutrían su alma positivamente.

 

Con el paso de los días pudo comprobar que los acontecimientos del clima externo habían perdido influencia, pues no podían traspasar el invernadero interior. Poco a poco surgió en ella un sentimiento de inocente alegría, que jamás habría creído posible experimentar. Gracias a los minerales de los nutrientes proporcionados por su invernadero, la planta floreció. Era una flor  que no estaba catalogada, porque conservaba su unicidad y como en este mundo todo tiene que estar clasificado,  fue bautizada con el nombre de: Flor de Roca.

 

Siguieron pasando años y más años y la flor parecía imperecedera, no se marchitaba. Los estudiosos de la botánica no podían entenderlo,  pero así era y no solo no perecía sino que seguía ganando altura, ya que el deseo de la flor era fundirse con el cielo y este deseo no había mermado nunca sino que se había incrementado con el transcurso del tiempo. Llegó un momento que el deseo fue tan fuerte que su altura alcanzó el cielo y se fundió con la energía del sol.

 

Así fue como los estudiosos no pudieron proseguir sus investigaciones y la Flor de Roca pasó a ser una leyenda, que va transmitiéndose de padres a hijos generacionalmente; pero los niños –que todos sabemos que son criaturas muy receptivas- son capaces de verla, en algunas ocasiones, cuando van de excursión por aquella zona, aunque sus padres como es normal no les crean.

martes, 14 de enero de 2014

LA ESTATUA DE HIELO (cuento)




 

En medio del jardín había una estatua de hielo. Era como un cubito gigante de hielo, pero adentro podía entreverse una bella figura femenina,  acurrucada en posición fetal, como si hubiese sido presa de un sueño eternizado e intemporal.

Los transeúntes paseaban, pasaban por delante y la observaban, a nadie dejaba indiferente. Unos la admiraban, otros la estudiaban… todos razonaban y cavilaban a cerca del tipo de hielo, de las medidas: anchura, grosor y altura de aquel inmenso  bloque.

Un día se acercó un hombre mal vestido, desaliñado y despistado, sumido en sus pensamientos poéticos a la vez que observaba el cielo, absorto en las nubes, con el canto de los pájaros, el ruido de la fuente…. Tropezó y su cuerpo rebotó en el gran cubito. Un frío escalofriante le invadió la espalda de su cuerpo y se volvió enseguida para ver su procedencia. Al verla quedó enseguida cautivado y exclamó:  “¿pero cómo puede ser que estés atrapada  en este congelamiento?”. Se decía para sí: “la belleza no puede permanecer oculta, tienes que salir al exterior”.  Se devanó los sesos pensando cómo podría rescatarla. Mientras la gente pasaba y pasaba, pensaba y pensaba en los vanos tecnicismos: medidas y cánones estándares para medir la belleza.

Nuestro amigo llegó a obsesionarse tanto, que por la noche hizo acampada a su lado y no solo una sino una detrás de otra.  Se decía: “¿Cómo podré hacerlo? ¿Cómo podré sacarte de aquí?”. Los días iban pasando y no encontraba solución alguna, había agotado sus propios recursos, se sentía impotente y llegó a reconocer que a pesar de su buena voluntad y sus buenos sentimientos hacia ella, no eran suficientes. El hombre lloraba porque tenía plena conciencia de aquel terrible frío polar, lo había tocado con su propia piel por un instante y sabía su fatídico efecto; pero aquella joven figura –princesa o virgen, quien sabe- estaba incrustada de cabeza a pies e inundada por la frialdad  más absoluta. Estaba incrustada como una perla, escondida dentro de una ostra, inmovilizada por el hielo y el sufría al verla.

Pasaron más días y finalmente   llamó a su amigo el sol para hacerle una confesión y una propuesta de corazón: “yo solo no puedo, reconozco mi limitación, mi deseo de liberarla, pero ni mis lágrimas  han podido deshacer este inconmensurable bloque, no tengo las herramientas necesarias. Ayúdame! Reconozco mis limitaciones y pongo en tus manos su liberación. Ayúdame sol! Tu eres mi gran amigo, tu sabes como soy y sabes también que este deseo es el más auténtico que nunca he tenido, sabes que hasta daría mi vida.”

El sol no dudó ni por un instante de sus palabras y se acercó mucho; con su amor a través de sus rayos de calor logró convertir en agua el hielo y en aquel preciso momento un corazón inmaculado empezó a latir con fuerza y calor solar. El sol le dio nueva vida y ahora ella se aproximó y abrazó al hombre que hizo posible este milagro con su oración. Ahora también el sol vela por ellos y los abraza diariamente iluminándolos.

 




 

lunes, 13 de enero de 2014

EL HIJO PEQUEÑO (cuento)



   

La chupa-huesos es una  bruja  que exige y manipula para obtener el amor que ella cree merecer.  Para nutrir su carencia absorbe la energía de sus  presas, en su afán de amor es insaciable y si no lo recibe  se expresa con rigidez,  aspereza como el papel de lija y es punzante como un erizo, sus palabras son hirientes como el filo de una navaja.  No quiere ser rechazada, no acepta el rechazo de sus  cautivos, exige fidelidad absoluta, niega  las  cualidades de  los reclusos y no planta buenas semillas en sus mentes.  
 
El hijo pequeño de la chupa-huesos es muy amoroso, sólo quiere amar, pero su madre no lo mira, no lo atiende, le grita, le da su ira y su malhumor, le culpa de toda su dejadez y lo aparta de su lado. El niño no entiende que esta sea la respuesta a su ofrecimiento amoroso y poco a poco va languideciendo por falta de amor, convirtiéndose en un esqueleto viviente, pero aun así, su fuerza amorosa se ha concentrado en sus huesos, que son de un color rosa pálido.

El pequeño se siente desprotegido, inseguro, como si no tuviera derecho a vivir. Sumido en un mundo de oscuridad, sus propios huesos fluorescentes le proporcionan una poca luz que le permiten orientarse. Además sus huesos tienen propiedades curativas, son capaces de emanar energía sanadora amorosa y por allí donde pasa crecen bonitas plantas, brilla con más fuerza el sol, los pájaros cantan y los perros bailan a su alrededor. Su energía es una bendición para toda la naturaleza, pero el niño echa de menos su corazón, que  tuvo que encerrarlo, por culpa del desamor recibido y el miedo de que la chupa-huesos pudiera robárselo. Lo echa tanto de menos… pero tiene miedo, no se fía, sabe que un día le abrió su corazón y abusó de su amor, atándolo a su lado con una cadena y él ya no quiere  eso. Él quiere ser libre y quiere compartir un amor que sea incluyente y no excluyente y posesivo como él de la chupa-huesos. Él sabe que ella se alimenta de miserias emocionales, debilidades y defectos de los demás y él lo detesta  porque sabe que todo esto produce una densa niebla, donde cuesta ver el horizonte y también la proximidad. Él quiere tan solo amar, pero le han puesto el listón muy alto: tiene que liberar su propio corazón y enviarle energía amorosa para sanarla,  ya que le llaman la “chupa-huesos”, porque descubrió que chupando los huesecitos rosas de su hijo menor sentía alivio, pero el pequeño está ya muy desnutrido. No sabe si sabrá hacerlo, hay mucha resistencia interior, mucho dolor y se pone nervioso cuando la ve, pero parece que es la única forma que tiene de abrir de nuevo su corazón.
 
El pequeñín está asomado a la ventana, mirando hacia el horizonte, cuando una hada  hace su aparición trayéndole un mensaje: utiliza el amor desde el desapego, ese es el amor que puede sanar.


 

 

 
 

TORRE DE BABEL (cuento)







Frecuentemente viajaba con las estrellas. La travesía era bastante larga, pues cuando alguien me llamaba por mi nombre, era como si estuviera ausente, perdida,  porque mi alma todavía vagaba por el universo un buen rato, hasta que volvían a nombrarme en un tono más alto, entonces aterrizaba de golpe en este mundo nuestro, al que podríamos llamar “Torre de Babel”.

La cena estaba servida en la mesa y aunque se reían de mí y  dejaban ir irónicamente que tenía la cabeza llena de pajaritos, veía que comían, pero percibía la extraña sensación de que no estaban presentes. Cada uno estaba encerrado en su propia cárcel mental y los barrotes representaban todas sus ideas y creencias rígidas, que lo que hacían eran mantenerlos allí dentro bajo llave. Hablaban y lo hacían de forma vacua. Se ve que todo aquello era el famoso mundo de los adultos.

Que lejos, pero que lejos me encontraba yo de todos ellos, todavía no había aprendido su idioma.

Después de cenar volví a mi habitación y ahora que no me veía nadie, mi corazón entró en conversación con la estrella azul, se ve que era la más joven. Le pedí  mi deseo de ir a vivir con ellos. La respuesta fue negativa, se ve que allí no quieren seres humanos. Me aconsejaron  que a pesar de que siempre estarían conmigo, fuera haciendo vía hacia el mundo al que ya pertenecía y en el  que había nacido, por el cual yo no sentía ninguna sintonía, ni mucho menos identificada, pero parecía que no había más remedio que vivirlo.

Me pareció que era condición indispensable, para poder entrar en “Torre de Babel”, perder la propia identidad, pues percibí que no se permitía la entrada a cara descubierta. Así fue como poco a poco fui adquiriendo disfraces de distintos tipos, para poder infiltrarme y familiarizarme con los distintos lenguajes que allí utilizan.

Al traspasar el umbral de la adolescencia me di cuenta que mi piel era revestida por un diseño compuesto de restos de aquellos disfraces, que yo había ido utilizando mientras crecía.  Al poco tiempo de llevarlo, ya lo sentía como propio, incluso llegué a creer que nací con él y es que en este mundo frecuentemente las formas nos engañan y no podemos recordar de dónde venimos ni a dónde vamos.

Si te sientes  perdido  y la noche es muy oscura, abre las ventanas, mira hacia arriba y conecta  con la estrella azul, porque ella tiene el don de dar paz y te iluminará la mente y dará calor a tu corazón. La única condición es que se lo pidas, para que pueda actuar en ti.


 
 

domingo, 12 de enero de 2014

EL DESPERTAR (cuento)







Se despertó y no se reconocía. Tenía miedo que los demás pudieran verla. Se había ensuciado al seguir aquella travesía,  se enfangó de pies a cabeza.  Era un fango verdoso y pegajoso que  la oprimía como un vestido  ceñido,  que quería convertirse en su segunda piel, anulando la sensibilidad de su piel original.  Sólo tenía una opción:  hallar el manantial del agua virgen de la  mítica mujer de las fuentes.

Hasta ahora por  aquellos caminos sólo había encontrado aguas estancadas, de una opacidad  que impedía ver que seres las habitaban, sólo de vez en cuando salía a flote alguna ranita croando melódicamente, parecía que el animalito quería consolarla; pero la leyenda contaba que allí existían espeluznantes monstruos y  ogros.  Por aquellos parajes también residían unas terribles enredaderas que querían apretar su garganta, para ahogar su propia voz.

Así ya no podía vivir más. Quería reencontrar su propio color de piel y sentirse auténtica como cuando llegó por vez primera, sentir su inocente desnudez a la intemperie, acompañada del sol. Pero aquel era un momento bajo, se sentía sola, sucia, rara…. tan rara que casi bien ni se reconocía a si misma y la luz lunar agravaba más la situación, pues reflejaba un mundo de sombras.

Lloró y una gota resbaló cayendo al suelo dejando entrever un dibujo. Al limpiarlo vio surgir un corazón herido por una saeta. Se la arrancó y detrás de una gota de sangre brotó un manantial de Agua Virgen, subiendo  con impresionante fuerza hacia arriba, de tal forma que parecía  una palmera de agua saltarina fresca.

Aquella agua fue liberadora y se llevó todo el barro y la inmundicia que este había creado.

Ahora sí, ahora si que se sentía bella, tan bella como cuando llegó al mundo. Ahora si podía abrazar a sus hermanos, amigos… ya no habían distancias ni frío, sólo calidez, una calidez que lo envolvía todo en un sentimiento de hermandad y comprensión, desaparecieron las barreras del distanciamiento.

 




 

domingo, 5 de enero de 2014

FLUIR Y APRENDER DE TODO (poesía)




Las hojas danzan, gravitan,
se dejan llevar al son
del compás del viento,
que las acompaña  y  levanta.
 
No hay resistencia,
fluyen uniéndose a su cadencia,
sin saber  cual será su destino.
 
La vida también nos mueve,
nos invita a danzar con ella.
 Tenemos dos opciones:
 
Fluir y aprender a su ritmo
o resistir quejosos,
por cuanto nos acontece
y disgusta.
 
En tus manos está la elección.