sábado, 11 de octubre de 2014

EL PALOMO Y EL PAVO REAL (cuento)






En un paraje convivían diferentes animales con cierta armonía, pero no completa, porque dos miembros de la comunidad estaban enfrentados: el palomo y el pavo real.

El palomo era muy trabajador, apenas descansaba, siempre estaba atareado. El pavo real era más bien algo perezoso, más contemplativo,   algo vanidoso al que le gustaba gozar de lo bueno que ofrece la vida: el sol, la lluvia, la brisa, un buen baño… El palomo engullido por tanta acción, trabajo, compromisos y responsabilidades no se fijaba para nada en su entorno.

Tanto el uno como el otro se menospreciaban, por tener puntos de vista tan opuestos de vivir la vida. Eran tan antagónicos que la postura del uno ofendía rápidamente a la del otro. Prácticamente no se hablaban y cuando lo hacían, solo servía para crear una fuerte discusión. Si podían se evitaban y si no se creaba tensión al verse y  sus  plumas se colocaban en vertical, al estilo erizo.

Así  fue que un día un águila, viendo al palomo algo despistado y cavilando, se percató de que era una presa fácil y fue tras él para capturarle. El palomo aunque estaba medio absorbido por sus pensamientos, se vio cosquilleado por su sexto sentido  y percibió las malas intenciones del águila que descendía para llevárselo. Con toda su fuerza empezó a gritar visceralmente pidiendo auxilio.

El pavo real que en aquellos momentos se encontraba cerca, en una fuente termal, lustrando su bello plumaje y extrayendo algún que otro piojillo, oyó sus alaridos despavoridos. Se centró y se percató de dónde procedían y se dirigió de inmediato al rescate del palomo. –Yo te auxiliaré- dijo al verle y aconsejó camuflarse tras unas plantas ostentosas de bonitas flores, ambos se acurrucaron, escondiendo sus cabecitas y el pavo real desplegó su hermosa cola, en forma de tapadera, como si formase parte del paisaje floral. Despistaron al ave rapaz, que aunque tiene fama de tener buena vista, perdió su pista y cogió otra dirección.

Cuando el peligró cesó, ambos sacaron la cabeza de debajo del ala y se miraron frente a frente, con el corazón latiendo rápido por el reciente acontecimiento y desde aquel momento estrecharon lazos de hermandad y un profundo respeto nació entre ellos.

Se corrió la voz del acto heroico del pavo real y por unanimidad todos los miembros de la comunidad acordaron condecorarle con una medalla diseñada de un precioso mineral, rodeada de unas pequeñas plumitas blancas. Le fue colgada en su cuellecito, acompañada de un buen discurso de agradecimiento. Le gustó tanto que no se la quitaba ni para tomar sus baños termales y a cada paso que daba sacaba pecho, para lucirla con más honor. Desde aquel día pasó a ser  muy admirado, no por su plumaje sino por su heroicidad.

¿Qué fue del palomo? Pues el palomo gracias a su nuevo amigo aprendió que el descanso y el saber vivir las cosas bonitas que la vida ofrece eran también cosas importantes a tener en cuenta y practicar para conseguir un sano equilibrio.

Si tuviésemos que expresar una moraleja del cuento sería esta: no debemos menospreciar a nadie, en la vida nunca se sabe de dónde procederá la ayuda, a veces viene de quien menos se espera.







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