La
chupa-huesos es una bruja que exige y manipula para obtener el amor
que ella cree merecer. Para nutrir su carencia absorbe la energía de
sus presas, en su afán de amor es insaciable y si no lo
recibe se expresa con rigidez, aspereza como el papel de
lija y es punzante como un erizo, sus palabras son hirientes como el filo de
una navaja. No quiere ser rechazada, no acepta el rechazo de sus
cautivos, exige fidelidad absoluta, niega las cualidades
de los reclusos y no planta buenas semillas en sus
mentes.
El
hijo pequeño de la chupa-huesos es muy amoroso, sólo quiere amar, pero su madre
no lo mira, no lo atiende, le grita, le da su ira y su malhumor, le culpa de
toda su dejadez y lo aparta de su lado. El niño no entiende que esta sea la
respuesta a su ofrecimiento amoroso y poco a poco va languideciendo por falta
de amor, convirtiéndose en un esqueleto viviente, pero aun así, su fuerza
amorosa se ha concentrado en sus huesos, que son de un color rosa pálido.
El pequeño se siente desprotegido, inseguro, como si no tuviera derecho a vivir. Sumido en un mundo de oscuridad, sus propios huesos fluorescentes le proporcionan una poca luz que le permiten orientarse. Además sus huesos tienen propiedades curativas, son capaces de emanar energía sanadora amorosa y por allí donde pasa crecen bonitas plantas, brilla con más fuerza el sol, los pájaros cantan y los perros bailan a su alrededor. Su energía es una bendición para toda la naturaleza, pero el niño echa de menos su corazón, que tuvo que encerrarlo, por culpa del desamor recibido y el miedo de que la chupa-huesos pudiera robárselo. Lo echa tanto de menos… pero tiene miedo, no se fía, sabe que un día le abrió su corazón y abusó de su amor, atándolo a su lado con una cadena y él ya no quiere eso. Él quiere ser libre y quiere compartir un amor que sea incluyente y no excluyente y posesivo como él de la chupa-huesos. Él sabe que ella se alimenta de miserias emocionales, debilidades y defectos de los demás y él lo detesta porque sabe que todo esto produce una densa niebla, donde cuesta ver el horizonte y también la proximidad. Él quiere tan solo amar, pero le han puesto el listón muy alto: tiene que liberar su propio corazón y enviarle energía amorosa para sanarla, ya que le llaman la “chupa-huesos”, porque descubrió que chupando los huesecitos rosas de su hijo menor sentía alivio, pero el pequeño está ya muy desnutrido. No sabe si sabrá hacerlo, hay mucha resistencia interior, mucho dolor y se pone nervioso cuando la ve, pero parece que es la única forma que tiene de abrir de nuevo su corazón.
El
pequeñín está asomado a la ventana, mirando hacia el horizonte, cuando una
hada hace su aparición trayéndole un mensaje: utiliza el amor desde el
desapego, ese es el amor que puede sanar.
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