sábado, 18 de enero de 2014

EL SUCESOR DEL GRAN MAMUTÓN (cuento)



  

En una región lejana, en África, vivía una comunidad de elefantes. El gobernante de la manada se llamaba Mamutón. Era el más viejo y sabio. En la piel de Mamutón podía, a través de sus innumerables arrugas del transcurso de muchos años,  leerse  todas las batallas acontecidas en su vida, de las cuales había resurgido o bien había sucumbido; pero de todas había sabido extraer una sabia lección que ahora le servía para ser un buen consejero de los habitantes de su comunidad. Había acumulado muchísima experiencia a lo largo de los muchos años vividos y todos confiaban y valoraban  sus sabios consejos. También era venerado por ser un buen dirigente, sus acciones siempre eran ecuánimes y su sentido de la justicia inmejorable.

A  él no sólo acudían elefantes sino una buena pluralidad de especies que vivían en aquel ámbito y todos aplicaban sus consejos con éxito, mejorando la calidad de sus vidas. Era un elefante muy querido, pero una noche cuando todos dormían vino a buscarle el ángel de la muerte, para que su alma le acompañase. Así fue que al amanecer le encontraron tendido, sin vida, junto a un gran árbol. Todos se entristecieron ante tal pérdida. Se había ido un gran amigo, sabio, consejero y era irremplazable, todos lo sabían, pero había que buscar un sucesor para que les guiara.

Crearon una asamblea para votar un nuevo candidato, pero aquello no resultó; nadie podría reunir todas sus cualidades. Finalmente decidieron crear un nuevo sistema gubernamental: cada uno aportaría a la sociedad su mejor cualidad.  Así lo hicieron  y llamaron a este nuevo sistema: “modelo cooperativo”. En este sistema todos se sentían muy felices, porque cada cual se sentía plenamente realizado al poder poner al servicio de la comunidad sus talentos y ver que estos eran muy apreciados. Dejó de existir la frustración laboral, porque cada cual realizaba aquello que mejor sabía hacer. El “modelo cooperativo” también creó un lazo de hermandad entre todos sus componentes, viendo que todos eran necesarios y apreciados. Su corazón estaba repleto y también desaparecieron algunos problemas relacionales procedentes de la frustración vocacional. Descubrieron que gran parte de su dicha radicaba en dar lo mejor de sí mismos y en ayudarse mutuamente los unos a los otros y que la unión hace la fuerza.

Si algún habitante no sabía cómo resolver un determinado problema, era expuesto en una asamblea y algún otro le aportaba la correspondiente solución. Se sentían tan felices que casi bien desaparecieron los problemas personales y de los externos entre todos iban resolviéndolos con éxito; pues también sabían que en caso de más dificultad “Mamutón”,  allí arriba, junto a las estrellas, les enviaría sus bendiciones en forma de buena energía para iluminar sus mentes.



 

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