Frecuentemente viajaba con las estrellas. La
travesía era bastante larga, pues cuando alguien me llamaba por mi nombre, era
como si estuviera ausente, perdida, porque mi alma todavía vagaba por el
universo un buen rato, hasta que volvían a nombrarme en un tono más alto,
entonces aterrizaba de golpe en este mundo nuestro, al que podríamos llamar
“Torre de Babel”.
La
cena estaba servida en la mesa y aunque se reían de mí y dejaban ir
irónicamente que tenía la cabeza llena de pajaritos, veía que comían, pero
percibía la extraña sensación de que no estaban presentes. Cada uno estaba encerrado
en su propia cárcel mental y los barrotes representaban todas sus ideas y
creencias rígidas, que lo que hacían eran mantenerlos allí dentro bajo llave.
Hablaban y lo hacían de forma vacua. Se ve que todo aquello era el famoso mundo
de los adultos.
Que
lejos, pero que lejos me encontraba yo de todos ellos, todavía no había
aprendido su idioma.
Después
de cenar volví a mi habitación y ahora que no me veía nadie, mi corazón
entró en conversación con la estrella azul, se ve que era la más joven. Le pedí
mi deseo de ir a vivir con ellos. La respuesta fue negativa, se ve que allí no
quieren seres humanos. Me aconsejaron que a pesar de que siempre estarían
conmigo, fuera haciendo vía hacia el mundo al que ya pertenecía y en el
que había nacido, por el cual yo no sentía ninguna sintonía, ni mucho
menos identificada, pero parecía que no había más remedio que vivirlo.
Me
pareció que era condición indispensable, para poder entrar en “Torre de Babel”,
perder la propia identidad, pues percibí que no se permitía la entrada a cara
descubierta. Así fue como poco a poco fui adquiriendo disfraces de distintos
tipos, para poder infiltrarme y familiarizarme con los distintos lenguajes que
allí utilizan.
Al
traspasar el umbral de la adolescencia me di cuenta que mi piel era revestida
por un diseño compuesto de restos de aquellos disfraces, que yo había ido
utilizando mientras crecía. Al poco tiempo de llevarlo, ya lo sentía como
propio, incluso llegué a creer que nací con él y es que en este mundo
frecuentemente las formas nos engañan y no podemos recordar de dónde venimos ni
a dónde vamos.
Si
te sientes perdido y la noche es muy oscura, abre las ventanas,
mira hacia arriba y conecta con la estrella azul, porque ella tiene el
don de dar paz y te iluminará la mente y dará calor a tu corazón. La única
condición es que se lo pidas, para que pueda actuar en ti.
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