martes, 28 de enero de 2014

EL BOSQUE PROHIBIDO (cuento)




En una modesta casita ubicada en un  pequeño pueblecito, vivía una niña llamada Alba con sus abuelos. Sus padres la dejaron con ellos para que se hiciese cargo de su cuidado, porque eran mayores y necesitaban ciertas atenciones, que ellos no querían atender y las delegaron en su hija. De esta forma se liberaron también de atender a su hija. Alba tenía tan solo once años, para hacer frente a todas aquellas tareas que  le encomendaron y que debía cumplir diariamente. A veces se sentía abrumada, pero por suerte los abuelos la querían mucho y también ellos terminaron colaborando, dentro de sus posibilidades en alguna que otra tarea o bien le aconsejaban como simplificar algunos trabajos para que no se agobiase, pues sabían que era tan solo una niña y que  tendrían que encontrar   espacios para que pudiera jugar. Alba también correspondía al amor de sus abuelos y en más de una ocasión se inventaba juegos en los que ellos pudiesen participar. La armonía de la relación era tan buena que la salud de los abuelos se vio favorecida restableciéndose de sus dolencias, pero no informaron a los padres de Alba, por miedo a ser separados. En esto los tres estaban totalmente de acuerdo en permanecer juntos y ahora la niña tenía más tiempo para jugar.

Un día la niña estaba jugando con un perro abandonado que quería hacerse amigo suyo, corriendo hacia arriba y hacia abajo, sin darse cuenta se adentró en un bosque al que llamaban: bosque prohibido.

Alba corría detrás del animal, se estaban divirtiendo tanto juntos que no se dio cuenta, hasta pasadas unas horas, que estaba perdida y la tarde oscurecía. Se aterrorizó y empezó a llorar, pues no veía como volver a la casa de  sus abuelos. El perrito volvió a su lado al oírla y le lamía la cara consolándola, pero la situación era dura, pues aquel bosque no gozaba de buena reputación.

La noche llegó y la notó más oscura que nunca, a la vez que escuchaba algunas voces de distintos animales que todavía la asustaron más. Había oído tantas cosas de aquel bosque: que los árboles tenían brazos, que la tierra se abría para apresar a los perdidos y  que existía un dragón marino, que tenía más de cien cabezas y que era dificilísimo defenderse de sus ataques de fuego; pero también se decía que quien consiguiera domesticarlo sería devuelto a su casa con un gran tesoro.

Amaneció y se despertó. Se dijo a sí misma: "perdida estoy, para regresar a casa debo conocer el dragón".  Alba caminaba junto a su perro, que se convirtió en su nuevo e inseparable amigo y empezaron un largo peregrinaje. Un día mientras caminaban, la tierra empezó a agrietarse de una forma violenta, desapareciendo la estabilidad. Al rato las grietas se volvían a unificar y al otro rato se volvían a separar. Debía de estar muy atenta para no caer en ellas cuando se volviesen a abrir. Debía de estar muy presente en cada minuto, para no errar sus pasos e ir a la deriva. El tiempo transcurría y a pesar de las circunstancias nunca se había sentido tan viva y presente, abierta a lo que el bosque le iba trayendo en su travesía en busca del dragón.

Un día, aunque estaba muy atenta, una gran grieta se  abrió entre el pie izquierdo y el derecho y no podía evitarla, sus piernas se iban estirando de un lado a otro y, cuando ya casi se iba a caer, vio que unos brazos la recogían salvándola de ser engullida por la tierra, eran los brazos de un anciano roble. Se sintió muy agradecida y así se lo expresó.  El árbol por su parte le dijo: “solo salvo a los seres que ejercen su atención diaria a todos los acontecimientos  que la vida les ofrece, sean cuales fueren. Esa es mi consigna y tú la has sabido aplicar. Alba durante el día vives plenamente despierta y solo duermes por la noche. Hay poca gente como tú; la mayoría vive en un estado semisoñoliento durante el día, un estado -por decirlo de alguna manera- vegetativo y rutinario. Bien, te has ganado mi respeto y por ello voy a premiarte con un mapa y esta caja en la que encontrarás todo cuanto necesitarás, para encontrarle y enfrentarle.

Alba y su fiel perro prosiguieron la ruta que el mapa sugería y finalmente llegaron al lago Azul, donde vivía el famoso dragón.  Le vieron a lo lejos, con un sinfín de cabezas y un escalofrío recorrió su cuerpo. Veía difícil abordarle de frente, pues la posibilidad de sobrevivir eran pocas, había que hacerlo de otro  modo, aunque no sabía todavía de qué forma. Abrió entonces la caja y vio dos trajes de amianto, un martillo, una llave, una pócima y una linterna. Lo miró todo con detenimiento, sabía que todo le sería útil y lo volvió a guardar; pero no tardó en volver a abrirla para sacar los dos trajes, uno era de su medida, el otro era un traje para el perro. Se vistieron con ellos, se miraron y Alba le dijo al perro: “Ya sé, como lo haremos!  Tenemos que entrar en su cuerpo a través de su oreja, pero no será fácil, tendremos que esperar a que esté completamente dormido y probar suerte. Una vez dentro de su cuerpo,  domesticaremos su corazón y perderá su ferocidad. Vamos a  tomar parte de la pócima, creo que nos va a disminuir mucho nuestro tamaño,  lo convertirá en el apropiado para poder penetrar por su oreja. Bien, vámonos!”.

Así lo hicieron y se volvieron del tamaño de una abeja y de sus trajes nacieron unas alas que les llevaron hasta el mismo dragón, silenciosamente y les depositó en la misma oreja del animal. Una vez allí, linterna y cuerda en mano, se deslizaron por el interior hasta llegar a la altura del corazón. Enfrente solo  veían un bloque duro de cemento armado, no podía dar crédito a lo que estaba viendo. ¿Dónde estaba el corazón?  Recordó entonces que en la caja había un martillo y empezó a golpearlo. Pasaron varios días antes de poder derribarlo del todo, pero llegó el día en que se derrumbó completamente y vieron frente a frente un niño enjaulado. Alba le preguntó que cómo había sido apresado y el niño respondió que una bruja le había estado alimentando con un extraño veneno que creo a ese  infernal animal, que terminó por engullirlo y encarcelarlo allí dentro, completamente olvidado y desconectado de la vida,  aislado por ese gran bloque.

Bueno, vamos a liberarte, creo haber visto una llave que supongo podrá abrir esta cerradura. La introdujo y se abrió la puerta de la jaula, pero el niño tenía miedo de salir de allí dentro, pues habían transcurrido ya algunos años desde que había sido encerrado. Alba comprendió su miedo, pues tantos años de soledad no habían sido buenos compañeros, así que le tendió su mano. Él le cogió de la mano y con pasos indecisos y temblorosos finalmente logró  abandonar aquella prisión.

Los tres, juntos, emprendieron el viaje de vuelta y cuando estaban subiendo por el interior de la garganta del dragón, fueron expulsados al exterior por un gran estornudo del animal, durante los segundos de encontrarse suspendidos en el aire del exterior, el dragón se transformó en un hermoso cisne y los tres fueron a caer encima de él, como si de una nave se tratara que los llevó rumbo a su hogar. Navegaron varios días, hasta ser dejados cerca de la aldea de sus abuelos. Abandonaron el lago, tomaron parte de la pócima para retomar el tamaño natural de sus cuerpos y prosiguieron a pie hasta encontrar su casa. Entraron y no encontraron a sus abuelos. Salieron y, al preguntar a unos y otros, se enteraron de que habían fallecido hacía un par de días. Este fue un duro golpe para Alba, que se quedó perpleja al recibir la noticia.

Dentro de su tristeza ante tal pérdida, un pájaro se posó en su hombro trayéndole este pensamiento: la vida es un cambio continuo al que no podemos oponernos, solo fluir de la mejor manera y aprender de cada acontecimiento y aceptar los cambios y retos que esta nos proporciona, pues es la sabia de nuestro crecimiento y madurez. La vida se lleva en ocasiones a unas personas y trae a tu vida otras.

Alba, el niño y el perro decidieron vivir juntos en la casa que fue de sus abuelos. Todos querían permanecer juntos, pues tanto el niño como el perro sabían bien lo que era la soledad y ahora también ella sentía la soledad de la ausencia de sus abuelos. Así que los tres valoraban la compañía y amistad que podían ofrecerse los unos a los otros y establecieron unos bonitos lazos de amistad. Descubrió que el tesoro que le ofreció el dragón fue poder gozar de la amistad y compañía de sus nuevos amigos, en ausencia de sus abuelos.

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